13 de mayo de 2008

Suspiro limeño

Suspiro limeño es el nombre de un pastel muy popular en la capital peruana. No se si el nombre tiene que ver con cierta melancolía que destila esta ciudad y a la que contribuye su sempiterno cielo nublado, pero a mí me lo parece.
Lima es una metrópoli megadiversa, como lo es el Perú. Tiene tantos ambientes y aspectos que se antoja poliédrica, incluso en zonas con el mismo estatus social. Del fastuoso lujo del Country Club y el barrio de San Isidro a la pobreza de Villa El Salvador va un abismo, como lo puede haber entre Beverly Hills y Bombay, pero en este pueblo joven, como allí denominan a los barrios de chabolas, bulle también la resuelta inquietud empresarial de muchos vecinos, que a falta de un puesto de trabajo han montado sus propios negocios.

No es extraño encontrar en medio de precarias viviendas hechas con cualquier material colegios privados donde enseñan idiomas o informática (computación), peluquerías, talleres de automóviles, carpinterías o ciberlocales donde se puede acceder a Internet por cuatro soles la hora (un euro).
Estos barrios son pobres, pero con previsión de futuro, tanto que en sus comienzos el diseño urbano ya apunta las intenciones de sus moradores: calles rectas, paralelas y perpendiculares, el cardo y decumanus que popularizó la antigua Roma, nada de farragosos laberintos.

El transporte público de este pueblo joven y de otros barrios similares corresponde a minibuses y a un enjambre de cholotaxis que circulan en todas direcciones. La sensación de continuo trajín deja pasmado al forastero. Estamos en el Wall Street de los menesterosos, barrios que dentro de algún tiempo ya no serán de chabolas, como ha sucedido en otros lugares de Lima, y quizás en diez años sean dignos barrios obreros.
El economista peruano Hernando de Soto aboga por que se conceda a los chabolistas la propiedad del suelo en el que han levantado sus modestas moradas. Si son capaces de salir adelante de la nada ¿qué harían pudiendo acceder a créditos hipotecando esos terrenos?

Es inaudita la fuerza empresarial de estos chabolistas. Muchos de ellos se han agrupado para constituir el Parque Industrial de Villa El Salvador, donde existen los mejores almacenes de muebles que he visto nunca, hechos por ellos mismos. Aunque no sea ebanista sí lo era mi padre, que tuvo una larga vida laboral repartida en numerosas empresas, y algo conozco.
Estos pueblos jóvenes comenzaron a formarse tras las expropiaciones de latifundios realizadas por el gobierno del general Juan Velasco Alvarado, presidente entre 1968 y 1975.
Fiel a la proclama la tierra para el que la trabaja concedió las tierras de cultivo a los jornaleros, que desorganizados y sin formación comenzaron a emigrar hacia la capital en busca de una vida más digna cuando su situación empezó a rozar la hambruna.
El resultado de aquello fue el contrario del que se pretendía: la agricultura casi desapareció como sector económico del Perú y propició el éxodo de la gente del campo hacia Lima, donde ahora se concentra un tercio, aproximadamente, de la población del país.
La pobreza de estos barrios contrasta con los grandes centros comerciales de Lima, siempre atestados de gente. El más moderno es Lima Sur, en Chorrillos, que no tiene nada que envidiar a los de los países ricos.
Otros afamados complejos comerciales son Larcomar, con sus espectaculares restaurantes colgantes, en el encuentro de la avenida Larco con la Costa Verde, como se denomina el litoral limeño, y Jockey Plaza (en la foto), junto al hipódromo.

La inflación de Perú es una de las más bajas de America latina -el 3,5 por ciento previsto para este año- y el crecimiento del producto interior bruto lleva varios años por encima del 5 por ciento. De hecho, para 2008 la previsión es alcanzar el 7 por ciento. También la pobreza está disminuyendo y en el último año ha descendido el 5,2 por ciento, situándose ahora en el 39,3 por ciento.
Esta situación ha provocado en el último lustro una reactivación del consumo que ayuda a ese crecimiento sostenido. Obviamente, los sueldos están lejos incluso de los de España, que no son de los más altos de la Unión Europea, pero los establecimientos ofrecen en casi todos sus productos el pago a plazos para fomentar las compras.

Lima está sobre un acantilado arenoso que también contiene grandes piedras. Durante el terremoto del 15 de agosto de 2007, la carretera de la Costa Verde, que discurre bajo ese balcón en el que se acuesta la capital peruana, quedó inutilizada varios días por los cascotes que cayeron y por los que arrastró desde el mar un pequeño tsunami.
Por suerte, a mi familia y a mí el seísmo nos cogió en Lima. Digo por suerte porque las incidencias que produjo aquel tremendo temblor de 7,9 grados y mas tres minutos y medio en esta ciudad fueron mínimas: un incendio, rajaduras en edificios y mucho miedo. A 150 kilómetros, varias ciudades fueron borradas del mapa y hubo más de 500 muertos.
En El Callao, el puerto de Lima, la situación fue más dura que en la capital, una ola inundó algunas calles y produjo un gran pánico. Los habitantes de esta parte de la costa estuvieron temiendo que los barriera un gran tsunami que afortunadamente nunca llegó.

El caos posterior al terremoto fue tremendo. Las comunicaciones telefónicas quedaron bloqueadas porque todos querían llamar a sus casas, a sus padres, hermanos... Casi todos los comercios y establecimientos cerraron -el seísmo fue a las siete menos veinte de la tarde, más o menos, hora local-. El tráfico por la carretera de la costa fue cortado por precaución. El ansia por llegar cada uno a su casa provocó una estampida generalizada que desembocó en un gigantesco embotellamiento acompañado de pavor ante la amenaza de las réplicas. Un maremagnum indescriptible. En esos momentos, la radio fue una esperanzadora baliza en medio del naufragio.

Algunas vistas de Lima

Plaza de Armas, o Plaza Mayor de Lima. Al fondo se distingue el Palacio de Gobierno, antigua Casa de Pizarro, que es donde actualmente reside el presidente de la república. Lima fue fundada por Francisco Pizarro. Hasta 2003 había en una esquina de esta plaza, junto a la Casa de Gobierno, una impresionante estatua ecuestre del conquistador español realizada por el escultor norteamericano Charles Cary Rumsey, idéntica a otras dos que existen en Trujillo (Cáceres, España), ciudad donde nació Pizarro, y en Buffalo (Estados Unidos).
Fue Luís Castañeda, alcalde de Lima, quien ordenó retirar la estatua, que fue sustituida por un gran mástil con la bandera peruana. Desde 2004, la efigie de Pizarro se exhibe en el Parque de la Muralla.
En la Plaza de Armas también están la catedral, la municipalidad y el palacio arzobispal.

La catedral de Lima alberga la tumba de Pizarro, que está situada en la primera sala de la derecha, nada más entrar al templo. Fue el primer virrey del Perú.
Para visitar la catedral es recomendable contratar un guía, o se pasarán por alto muchos detalles interesantes. En una habitación del fondo hay un cuadro con los retratos de los emperadores incas en el que se incluyó el de Carlos I de España y V de Alemania como sucesor de la realeza autóctona.
La catedral de Lima está construida con adobe y no por ello carece de monumentalidad.


El convento de Santo Domingo, también de adobe, es un vasto complejo de iglesias, capillas, patios porticados, grandes salas, tumbas y las dependencias privadas de los frailes dominicos.
Está muy cerca de la Plaza de Armas. Aquí están enterrados San Martín de Porres -el popular fray Escoba, primer santo negro de América-, Santa Rosa de Lima y San Juan Macías. Todos fueron coetáneos.


En Lima hay interesantes museos, como lo es el Antropológico, al que pertenece esta máscara de oro, y el Museo del Oro.

La gigantesca cruz del Morro Solar, un cabo junto a la capital, es encedida por la noche y se divisa desde cualquier punto de la costa de Lima. A sus pies hay un santuario. En este monte también se erigió un monumento a los héroes peruanos de la guerra contra Chile, en el siglo XIX.

Los restaurantes del litoral limeño tienen fama reconocida (en la foto la Rosa Náutica). Ofrecen platos de la cocina peruana y, sobre todo, pescados y mariscos. Algunos, como el Cala o el Punta Sal, se atreven con algunos toques de la cocina mediterránea. Si les gusta el marisco prueben el cebiche de conchas negras y huevas de erizo real acompañado por un trago de cerveza negra, no lo olvidarán.
Desde hace algunos años se está empleando en Perú con profusión el cilantro para aderezar algunas comidas. El sabor de esta especia nos resulta bastante desagradable a muchos europeos. Los que aborrezcan este aliño es mejor que pregunten antes qué platos lo llevan para pedir que no se lo pongan.
Estos restaurantes costeros de Lima son una excepción, pues en Perú no se consume mucho pescado. En los hipermercados, las pescaderías son ridículas y se limitan a un mostradorcito donde colocan cuatro cosas. La población tiene algunas ideas peculiares sobre algunos pescados, por ejemplo consideran el boquerón y la sardina especies de baja calidad.
Perú es una potencia pesquera que no explota sus inmensos bancos ni emplea esta rica fuente de alimentación. Hay tanto plancton en sus aguas que éstas son de color verde intenso. Los pelícanos que pueblan el litoral y los leones marinos de la islas Ballestas, felices entre tanta abundancia, no opinan lo mismo de la pesca que los peruanos.
Hace algunas décadas cerraron la últimas factorías japonesas establecidas en puertos como Chimbote, al norte del Lima, por problemas con el Gobierno del país.
Resulta llamativo que no se exploten estos recursos pesqueros y marisqueros y en cambio se extraigan diariamente de los ríos cientos de miles de toneladas de cangrejo rojo, que allí llaman camarón, con el que se prepara una popular sopa, el chupe de camarones.

Los amantes de los deportes de riesgo tienen en Lima la oportunidad de practicar el vuelo en parapente o en ala delta. En plena Costa Verde, entre el Parque del Amor y el faro de Miraflores, hay un espacio que se usa para los despegues y aterrizajes. Dan clases a los novatos, que hacen los primeros vuelos conjuntamente con un monitor.



Sobre estas líneas, el Parque del Amor, que ofrece vistas de la costa de Lima y que en cierta forma recuerda al Parque Güell de Barcelona.

El viaducto Villena, en la subida de Balta hacia Miraflores. Igual que en algunos viaductos de Madrid se sustituyeron las barandillas por pantallas transparentes para evitar los suicidios.

2 de mayo de 2008

La capital imperial

El Cusco (Cuzco para los españoles) es una ciudad hecha con piedra en su mayoría. La antigua capital imperial del Tahuantinsuyo contrasta con la actual capital de Perú, Lima, precisamente en el empleo de trabajos de cantería, pues los principales edificios históricos limeños, excepto el Palacio de Gobierno, están hechos de adobe.
Las construcciones de Cuzco son una fusión de edificios incaicos y de los que promovieron los españoles, como su imponente catedral, que domina la plaza de armas, o Huacaypata (plaza del guerrero en quechua). Este lugar, que se dice fue diseñado por Manco Cápac, fundador del imperio inca, marcó la historia de Perú de forma dramática. Aquí fueron ajusticiados Tupac Amaru I, Tupac Amaru II junto a toda su familia y decapitado el cadáver de Diego de Almagro por orden de Hernando Pizarro, hermano de Francisco Pizarro.
El antiguo palacio de Pizarro en Cuzco es hoy un hotel de la cadena Libertador, que compró los paradores nacionales en la época de Fujimori. Tuve la fortuna de alojarme ahí. Parte del edificio conserva la construcción original y además está justo enfrente de la iglesia de Santo Domingo, levantada en el coricancha, o templo del sol, del que mantiene muchos muros y vestigios, dándose una curiosa mezcla de dos estilos arquitectónicos distintos.

Muchos inmuebles de Cuzco siguen mostrando orgullosos los elegantes balcones de madera que datan de los tiempos de los conquistadores, similares a los que todavía pueden verse en algunos lugares de Canarias. Esos detalles, los soportales y el adoquinado recuerdan a bastantes ciudades españolas.
Para los españoles, un bello ejemplo más cercano de esa combinación de estilos es el magnífico edificio neoindigena que albergó el pabellón de Perú en la Exposición Iberoamericana de 1929 celebrada en Sevilla, donde todavía tiene sus oficinas el consulado general del país andino en la capital hispalense, aunque ya sólo ocupa algunas dependencias. El resto se ha destinado a la Estación Biológica de Doñana.

En Cuzco es obligada la visita al barrio de San Blas, con sus calles empinadas y estrechas, sus tiendas y su tipismo. Casi parece un pueblo blanco andaluz trasplantado a América. Abundan las joyerías. Los trabajos en plata de buena calidad son baratos si se comparan con los precios de España.
De noche continúa el bullicio en la Plaza de Armas. Los restaurantes, algunos comercios y ciertas agencias de viajes mantienen la actividad hasta tarde. Muchos turistas -el porcentaje mayor es de norteamericanos- prefieren estas horas para pasear tranquilamente por el centro histórico.
Dos apuntes anecdóticos. La bandera de Cuzco es igual a la del orgullo gay. Existe cierta polémica sobre su procedencia. Algunos historiadores niegan que los incas tuviesen bandera alguna y han propuesto que se cambie. Y es que la configuración de la enseña local y la de los gays coincide hasta en las fechas, finales de los años 70 del siglo XX. ¿Casualidad?
La otra anécdota se refiere a la vestimenta de los policías cuzqueños. Parecen municipales de los de Franco, sobre todo por esa especie de salacot que llevan puesto. Llegado a este punto uno no sabe si también es casualidad, pues los cuerpos de seguridad del estado peruano tienen actualmente el mismo nombre que en España: Guardia Civil y Policía Nacional.

Cuzco tiene unos 400.000 habitantes y un aeropuerto que se ha quedado pequeño. El proyecto de un nuevo aeropuerto internacional en el Valle Sagrado ha disparado el valor de los terrenos. Las grandes cadenas hoteleras y las inmobiliarias, muchas de ellas chilenas, se han lanzado a una compra desaforada de cualquier palmo en el que se pueda colocar un ladrillo. Ya veremos en que queda todo y cómo queda todo después.
En la fotografía inferior, una vista general de Cuzco en la que se distingue el estadio del Cienciano, el único equipo peruano con un título continental: la Copa Suramericana. En 2003 venció en la final de doble partido al River Plate.