23 de octubre de 2015

El cementerio del #Estrecho

El Fedra, destrozado en Punta Europa

El Estrecho de Gibraltar es uno de los lugares más transitados del planeta por barcos de todo tipo. Más 90.000 buques cruzan anualmente por esta vía de navegación, que también es un cementerio marino. Sus fondos albergan desde tiempo inmemorial restos de naufragios acaecidos en tiempos de paz y de guerra, desde la antigüedad hasta nuestros días.
Aunque los naufragios y desastres siempre han causado preocupación en esta zona, desde la catástrofe del Prestige en las aguas coruñesas de la Costa da Morte, la sensibilidad está a flor de piel en las poblaciones costeras del Estrecho. Cada accidente marítimo levanta oleadas de temor y, por supuesto, críticas. La presencia de una refinería de petróleos, de grandes industrias y el frecuente paso, o fondeo, de grandes buques tanque, graneleros y chatarreros -estos últimos, sospechosos de transportar a veces entre la chatarra residuos radiactivos- mantienen en tensión, sobre todo, a los ecologistas. Para colmo de males, los accidentes se han producido a veces de dos en dos.

El Sierra Nava tras encallar en la Punta de San García
El 28 de enero de 2007, el buque frigorífico Sierra Nava, de bandera panameña y fondeado en la Bahía de Algeciras, encalló en la Punta de San García, en Algeciras, al rompérsele la cadena del ancla en medio de un fuerte temporal de levante. Contaminó un kilómetro de costa, siendo retiradas 3.000 toneladas de arena mezclada con fuel. Fue reflotado a finales de marzo, casi dos meses después de varar.
El 17 de marzo, también de 2007, mientras continuaba el dispositivo de alerta por el accidente del Sierra Nava, el petrolero griego Samothrakis cargado con 40.000 toneladas de crudo embarrancó y quedó escorado cerca de Punta Europa, en Gibraltar. El incidente no ocasionó ningún vertido y el buque volvió a navegar.
En la madrugada de 12 de agosto de 2007, un tercer buque, el carguero panameño New Flame, con 42.000 toneladas de chatarra chocó cerca de Punta Europa con el petrolero Torm Gertrud, quedando semihundido a media milla de Gibraltar. Una pequeña parte de la carga pudo ser rescatada. Finalmente, los embates del mar acabaron por sumergir el barco por completo en febrero de 2008 ante la incapacidad del gobierno gibraltareño por resolver la situación. Se calcula que el New Flame aún contenía unas 40.000 toneladas de chatarra. Manchas de aceite e hidrocarburos llegaron a las playas algecireñas.

El Tawe, frente a la Punta de San García
A mediados de agosto de 2008, el portacontenedores español Veronica B se golpeó con el espigón de North Mole, en el puerto de Gibraltar, al esquivar al tanquero panameño Ginga Saker. Tuvo daños de poca consideración en la amura de estribor.
El 11 de ese año, un durísimo temporal de levante azotó el Estrecho de Gibraltar, con vientos similares al de un huracán de fuerza 3, con rachas que alcanzaron los 185 kilómetros por hora, según la estación meteorológica del portacontenedores Narvik, atracado en el muelle de Isla Verde Exterior del Puerto Bahía de Algeciras.
La fuerza del viento hizo que encallaran dos barcos liberianos, el Tawe, otra vez la Punta de San García, y el Fedra, de nuevo Punta Europa.
El Tawe no llevaba carga y sus 22 tripulantes fueron rescatados tras embarrancar pasadas las 5 de la madrugada. Uno de sus tanques de consumo propio se agrietó, vertiendo fuel ligero que se volatilizó en contacto con el aire y dejó en el ambiente un fuerte olor a combustible.
Horas antes, el Fedra se había estrellado en el mismo acantilado de Punta Europa, justo debajo de su faro. Los 31 tripulantes pasaron un calvario desde que en la mañana del día 10 se rompiera el ancla cuando estaban fondeados en el Mediterráneo, frente a Gibraltar. El barco, con una avería en los motores, estuvo a la deriva hasta chocar por la noche contra las rocas. Su trayectoria, afortunadamente, no se cruzó con el buque tanque Europa Venture, también fondeado cerca y que transportaba 100.000 toneladas de combustible. Salvamento Marítimo de España y los servicios de emergencias de Gibraltar rescataron a toda la tripulación.
El caso es que las corrientes y el fuerte oleaje acabaron por partir en dos al Fedra pocas horas después de zozobrar en la costa del Peñón. 150 toneladas de carburante se vertieron al mar. Manchas de fuel procedentes de esta nave y del Tawe llegaron hasta las playas de Tarifa, a más de 20 kilómetros, contaminando el litoral del Parque Natural del Estrecho. Equipos de limpieza del Ministerio de Fomento intervinieron urgentemente desde los primeros momentos.
Desde que me dedico al periodismo, la primera información que cubrí de un buque encallado fue la del Dina, de bandera panameña, que acabó varado en Cala Arena, muy cerca del faro de Punta Carnero, en enero de 1983, hace casi 33 años. Aquel temporal, también de levante -los de poniente tampoco son menores-, fue de una fuerza parecida al que azotó el Estrecho del 10 al 12 de octubre de 2008.

Ensenada y lugar donde encalló el Dina en 1983

La tripulación del Dina la componían 28 marinos. El capitán, el primer oficial y el maquinista se negaron a ser evacuados, permaneciendo en el barco hasta que finalmente se convencieron de que era imposible salir de aquella ensenada. Los restos del Dina quedaron allí para siempre. El mar los fue devorando poco a poco hasta no quedar apenas nada visible.
Aquel mismo año, pero en abril, un carguero griego, el Dimitrius, encalló confundido por la niebla en el bajío de Los Cabezos, en pleno Estrecho y frente a las playas de Tarifa. Sus fantasmagóricos restos se divisaban desde la costa, a lo lejos. De vez en cuando recibía la visita de windsurfistas o de pescadores en sus lanchas. El mar acabó por amortajarlo y desapareció de la vista.
En febrero de 1984 se declaró un incendio en el buque liberiano Mega Bay. En junio de ese año, el carguero turco Tamer Kirán también se incendió en la Bahía de Algeciras.
El 19 de septiembre de 1984 ocurrió un caso singular que se encuadra en la Guerra Fría que mantuvieron durante décadas Estados Unidos y la Unión Soviética: el carguero soviético Bratstvo chocó contra un objeto desconocido, según dijo su capitán, que pidió refugiarse en la Bahía de Algeciras para reparar. El causante de la colisión fue un submarino nuclear de la misma nacionalidad, de la clase Viktor, que quiso pasar por el Estrecho de Gibraltar sin ser detectado por los sonares y micrófonos desplegados por la OTAN.
El Bratstvo había recalado en el puerto de Ceuta procedente de Canadá, llevaba a Odessa un cargamento de trigo. El submarino se colocó bajo su casco para no ser detectado, pero una maniobra de alguno de los dos inesperada por el otro acabó en accidente. Otro carguero soviético recogió poco después a la tripulación. El barco, con una brecha de 14 metros en su casco, fue llevado a la Bahía de Algeciras por remolcadores españoles y asistido también por un remolcador soviético, el Topaz.

Submarino de la clase Viktor III

El submarino se destrozó la proa y tuvo que emerger en el Mar de Alborán, donde fue fotografiado poco después por un avión de reconocimiento, un Lockheed P3 Orion.
En 1985, el 26 de mayo, ocurrió en la Bahía de Algeciras uno de los hechos más trágicos en España de la marina mercante, considerado también como el accidente laboral más grave de la historia comtemporánea española.
El petrolero panameño Petrogen One, con tripulación mayoritariamente coreana y oficiales japoneses, se encontraba atracado en el pantalán de la refinería de la Compañía Española de Petróleos, S.A., (CEPSA), en el municipio de San Roque, descargando las 25.000 toneladas de nafta que había transportado desde Libia. Todavía le quedaban unas 2.000 en los depósitos cuando se produjo una tremenda explosión que lo partió en dos, destrozó 30 metros del pantalán, desintegró un vehículo todoterreno con varios trabajadores de la refinería y hundió al buque español Camponavia, que cargaba gasolina y se encontraba en paralelo con el Petrogen One, al otro costado del muelle.

Pantalán de la Refinería de San Roque en la actualidad

El Camponavia se hundió tras girar 90 grados sobre su eslora, reposando en el fondo con su costado de estribor. El Petrogen One se partió por la mitad y quedó con la proa apuntando al cielo. Como resultado, 21 muertos y 12 desaparecidos que jamás fueron encontrados.
El 2 de agosto de 1990, el metanero noruego Hesperus y el petrolero chipriota Sea Spirit tuvieron una colisión en el Estrecho de Gibraltar. Una gran mancha de fuel, con un espesor de dos centímetros y unos 100 kilómetros de radio, provocada por el vertido de casi 10.000 toneladas estuvo a la deriva hasta situarse entre Almería y Málaga. Tras dividirse en varias partes pudo ser combatida, pero sus efectos se hicieron notar tiempo después en las costas de Marruecos y de Andalucía.
Al amanecer del 16 de julio de 2000, dos ferrys chocaron en el Estrecho. Uno iba desde Algeciras a Tánger y el otro en sentido contrario. El accidente se produjo a dos millas y media al sureste de Punta Carnero.
Los buques, el Ciudad de Tánger y el Ciudad de Ceuta, pertenecían a la compañía Trasmediterránea. Sólo debían cruzarse, pero una violenta maniobra de uno de ellos provocó la colisión. Varias planchas de la proa del Ciudad de Ceuta se desprendieron. El saldo humano fue de 5 muertos y 18 heridos. Entre los fallecidos, 4 eran menores de edad y 3, miembros de una misma familia.
Entre 1991 y 2004 se produjeron en las costas españolas 123 accidentes de buques petroleros, de los que 48 fueron en aguas andaluzas y en su mayor parte en la zona del Estrecho de Gibraltar.
En noviembre de 2007, el buque egipcio Al Zahraa, que costeaba de noche el litoral marroquí para repostar en el puerto de Ceuta, embarrancó en los arrecifes de Punta Almina al norte de la ciudad española. Navegaba a ciegas, sin cartas de navegación, sólo con una carta general que no estaba actualizada. Cinco meses antes fue sancionado en el puerto belga de Amberes por el mismo motivo. Como es habitual en estos casos, poco después aparecieron manchas de fuel alrededor del barco, sin que hubiera mayor incidencia.
El Estrecho de Gibraltar es un lugar histórico de naufragios. En los últimos años, además de grandes buques se han ido a pique pesqueros, veleros, pateras cargadas de inmigrantes africanos y embarcaciones menores, con más o menos fortuna para sus ocupantes.
Estas aguas contienen restos de grandes batallas, como las navales de Algeciras y Trafalgar, y más de un tesoro submarino, como el que transportaba el Sussex, un galeón inglés que albergaba en sus bodegas una ingente cantidad de oro o plata para comprar la lealtad del Duque de Saboya contra Francia. El Sussex no resistió la fuerza de un violento temporal y se hundió el 19 de febrero de 1694.

Estrecho de Gibraltar

En 1936, en los comienzos de la Guerra Civil española, el crucero Canarias, en el bando nacionalista de Franco, hundió en Cabo Espartel, cerca de Tánger, al destructor republicano Ferrándiz tras inutilizarle la caldera con un disparo hecho a 20 kilómetros de distancia.
Tras el paso de las tropas rebeldes a la Península desde Marruecos, Ceuta y varias poblaciones del Campo de Gibraltar fueron bombardeadas por buques de guerra republicanos.
Las acciones más destacadas correspondieron al acorazado Jaime I, que en julio de 1936 bombardeó Ceuta y Melilla tras la sublevación del día 18 e intentó impedir sin éxito que el ejército acantonado en Marruecos cruzase el Estrecho.
El 2 de agosto, el Jaime I bombardeó la desembocadura del río Guadiaro. Al día siguiente atacó Tarifa y las baterías de costa de Punta Carnero. El 7, tras el paso del convoy del ejército golpista, bombardeó Algeciras, alcanzando al cañonero Dato, al que incendió antes de que saliera del puerto.
Durante esta contienda, en el mar de Alborán, frente a Málaga, fue hundido el submarino republicano C-3.
En la Segunda Guerra Mundial, varios submarinos alemanes fueron atacados en este canal, pero el mayor golpe fue para la Royal Navy, que perdió al portaaviones Ark Royal al este de Gibraltar. La Bahía de Algeciras fue utilizada por buzos italianos, que desde el buque Olterra realizaron diversos ataques, especialmente con torpedos guiados contra navíos británicos en Gibraltar, con escaso acierto.
Una de las situaciones más tensas vividas por todas la poblaciones de la comarca española del Campo de Gibraltar, que en conjunto suman unos 300.000 habitantes, se produjo no hace demasiado tiempo, ante la eventualidad de un escape radiactivo por la presencia, a lo largo de un año, del submarino nuclear británico Tireless, que estuvo atracado en el puerto de Gibraltar desde el 19 de mayo de 2000 hasta el 7 de mayo de 2001, reparando una avería en el sistema secundario de refrigeración del reactor atómico.
Dos años antes de la llegada del Tireless hubo un hecho que no fue provocado por la navegación marítima, pero causó alarma no sólo en el sur de España, también en Francia e Italia. El 9 de junio de 1998, la compañía Acerinox informó al Consejo de Seguridad Nuclear que había detectado en su factoría de Palmones, en el municipio de Los Barrios, una fuga radiactiva al fundirse en uno de los convertidores (hornos donde se licua el acero al altas temperaturas) una fuente de cesio-137 que iba mezclada con chatarra y no fue descubierta por los arcos de seguridad. Posiblemente, esa cápsula llegó hasta los muelles a bordo de alguno de los buques chatarreros que descargan en la siderúrgica.
Sin embargo, desde el 25 de mayo ya se habían recogido en Francia, Italia, Suiza y Alemania altos niveles de ese isótopo radiactivo.
Se estima que en la zona comprendida por el Estrecho de Gibraltar y el Mar de Alborán -el comienzo del Mediterráneo hacia el oeste- existen más de 3.000 pecios de distintas épocas en el lecho marino.
Este cuello de botella transitado por las rutas marítimas que enlazan a los países ribereños del Océano Atlántico con Oriente Medio e incluso con Asia a través del canal de Suez, las autopistas del mar, y que ha sido paso obligado, seguramente desde los primeros homínidos, para todas las civilizaciones mediterráneas es también un inmenso cementerio que guarda celosamente innumerables secretos y tragedias desde los albores de la humanidad.